11 diciembre, 2024

IFE: el final está escrito

Esta medida fue un salvavidas para todos aquellos que vieron menguar o desaparecer sus ingresos con la irrupción de la pandemia en nuestro país. Por Juan Pablo Chiesa

El final estaba escrito en su nombre, ya que la principal característica de esta transferencia directa era la emergencia. El IFE surgió como un paliativo una medida mitigante que logró su objetivo, contener y amortiguar, la onda expansiva que fue esta bomba nuclear llamada coronavirus.

Esta medida fue un salvavidas para todos aquellos que vieron menguar o desaparecer sus ingresos con la irrupción de la pandemia en nuestro país.

Sirvió de acompañamiento, evitó que los índices de pobreza e indigencia fueran aún más desastrosos. Sin embargo, es imposible considerarlo como una medida eterna, por dos motivos. Primero, por la enorme erogación que implica; el esfuerzo del Estado Nacional para hacer realidad 3 ciclos de este ingreso a casi 9 millones de argentinos que represento 270 mil millones de Pesos es innegable. El segundo motivo es la necesidad imperiosa de poner en marcha los motores de la economía e intentar promover la inserción laboral para dar respuesta uno de los problemas intrínsecos y estructurales de nuestro país: la pobreza y la desigualdad

¿Acaso la pobreza es un ingrediente necesario de una comunidad?

La pobreza para un país, es cara y necesaria. La pobreza para quien la padece, es abrumadora. Pero no podemos negar que los más pobres son el motor de nuestro país, son la mano de obra que impulsa la industria. Los más pobres son la mayor fuente de riqueza, puesto que ante la adversidad son quienes se arremangan y ponen manos a la obra para sacar al país adelante. Pobreza en Argentina tiene que traducirse en trabajo.

¿Acaso los pobres son la dinámica productiva?

La dinámica productiva de un país está en las políticas de trabajo. El trabajo como principal propulsor del progreso económico con una fuerte política de inversión pública.

Ahora bien, se puede pensar en el escenario en que vivimos que la emergencia ya pasó, o es necesaria la reconversión del Ingreso Familiar de Emergencia, o la reducción del monto para limitar la erogación.

El gran descontento social proviene en buena parte de que los logros económicos de las últimas décadas han beneficiado sobre todo a unos pocos privilegiados, mientras que, el grueso de la población, encontrada en los estratos más bajos, no ha podido moverse de allí. El problema está en que los pobres no son más pobres, pero si, los ricos son muchos más ricos.

¿Acaso estamos preparados para una Argentina sin IFE?

Si bien el IFE surgió como una respuesta a la situación económica y productiva coyuntural que implica el aislamiento obligatorio, pone sobre la mesa problemas estructurales. En particular, expone cómo la desigualdad también es un factor amplificador de los efectos negativos de la pandemia. Las elevadas tasas de trabajo informal en el mercado de trabajo y la fragilidad de muchos sectores ante situaciones imprevistas quedan evidenciadas. Al analizar la focalización del IFE se observó que, en términos relativos, las provincias más vulnerables, es decir, aquellas con mayor incidencia de la pobreza e indigencia, presentan los mayores índices de cobertura.

La crisis no ha terminado

Si bien la implementación de una nueva entrega del Ingreso Familiar de Emergencia implicaría un enorme esfuerzo del Estado, quizás es el empujón que necesitan los sectores más vulnerables para poder hacer frente a la situación que una pandemia nos impuso. Es importante en el escenario de incertidumbre que vivimos que se definan las pautas para la eliminación de esta ayuda de emergencia. Quizás hace falta una reducción gradual de esta ayuda estatal, para evitar agotar las arcas del Tesoro o bien desacelerar el ritmo la emisión monetaria para lograr reducir el déficit primario, sin dejar de dar respuesta a las demandas de los sectores más vulnerables. Poco a poco, debemos hacernos la idea de que el Covid-19 llegó para quedarse, o cuando menos, para acompañarnos hasta encontrar una solución efectiva a esta triste realidad que atravesamos.

El problema que tiene el gobierno nacional en la implementación de una nueva ronda del IFE es un problema de cómo hacerlo y no del cuando pagarlo.

Se está construyendo una nueva normalidad, que no implica volver al punto de partida, sino guardar el mazo, mezclar y repartir de nuevo para garantizar que, de ahora en adelante, comience a erigirse una nueva Argentina, sobre los pilares de la solidaridad, las políticas de empleo, el crecimiento y desarrollo productivo. (Ambito)