El dólar fuera de control, en un contexto de mucho ruido político
Lo que dejó el raid mediático del expresidente Macri, quien dice que su gobierno terminó en términos económicos al día siguiente de las PASO. Como un dramático hechizo, el clima de los mercados hoy se perpetúa como si todos los días fueran 12 de agosto de 2019. Es “El día de la marmota”, sin una pizca de humor. Por José Angel Di Mauro
La Argentina de la grieta arrancó con una multitudinaria marcha opositora y terminó con una demostración de fuerza del peronismo, al conmemorarse el Día de la Lealtad. El mismo 12 de octubre en el que quienes rechazan al Gobierno poblaron las calles, el expresidente Mauricio Macri reapareció en público para conceder el primer reportaje a un medio nacional desde que dejó el poder. Desde la otra vereda, el oficialismo en general y el Presidente en particular, se dedicaron a castigarlo por sus dichos y le recordaron “el desastre que dejó”.
Entre uno y otro acto, los mercados no dieron tregua y el dólar blue marcó un récord tras otro. Está fuera de control. El presidente volvió a empoderar al ministro de Economía, para ver si ahora haciendo lo que Martín Guzmán cree más conveniente se puede sortear esta gravísima crisis. Lejos parece haber quedado el tiempo en el que el ministro era aplaudido por Santiago Cafiero en el inicio de una reunión de gabinete y esa imagen era deliberadamente difundida. Guzmán acababa de rubricar el acuerdo con los acreedores y parecía que por fin arrancaba una nueva y promisoria etapa económica. Pero la ilusión duró nada.
En pleno desplome de reservas, el presidente le dio la derecha a Miguel Pesce y la estrella de Guzmán pareció opacarse. Ahora en pleno caos económico Alberto Fernández laudó a favor del titular del Palacio de Hacienda, y el presidente del Banco Central aceptó callado. Aunque la comparación enoje al albertismo, sonó como cuando el 28 de diciembre de 2017 Marcos Peña encabezó esa recordada conferencia de prensa junto a Nicolás Dujovne y Federico Sturzenegger, que muchos consideran el principio del fin del programa económico de Cambiemos (si alguna vez existió). Sturzenegger, entonces titular del BCRA, no renunció a pesar de semejante muestra de desautorización, aunque no sobrevivió mucho tiempo.
Dicen que Pesce no pensó en renunciar, y que ha dicho a sus allegados que solo lo hará si le piden devaluar. El no será el que disponga esa medida. Hablamos de devaluación brusca, que cada vez más economistas imaginan inexorable.
Guzmán tiene el aval de Cristina Kirchner; Miguel Pesce es amigo de Alberto Fernández. Se entiende quién ha prevalecido.
Como sea, Fernández comete el mismo error que su antecesor, al no haber confiado el manejo de la economía a una sola persona. Con el temor proverbial hacia un “superministro”, el Presidente dividió el manejo de la economía en varios ministerios, y encima el titular de Economía y el del BCRA tienen visiones opuestas ante esa crisis. Sorprende que justo en ese aspecto el gobierno actual sea tan parecido al anterior.
Así y todo, habiendo sido la economía el factor principal por el que el gobierno de Cambiemos no tuvo reelección, la autocrítica que hizo Mauricio Macri durante su raid mediático de estos días no pasó especialmente por la economía. Toda una curiosidad. Ante la consulta sobre de qué se arrepentía, el autor de la frase “pasaron cosas” citó a la parte política. Justamente la que mejor funcionó, en la etapa en que el gobierno de Cambiemos tuvo sus principales éxitos: los dos primeros años.
Sin nombrarlos, el expresidente se refirió puntualmente a los bastoneros de las relaciones políticas de su gobierno, los que debían lidiar con la oposición legislativa y los gobernadores: Emilio Monzó y Rogelio Frigerio. Con el primero se sabía que está distanciado, no así de quien fuera su ministro del Interior. Así y todo, parece que el hombre de Entre Ríos es con el que más enojado está Macri. Aunque dicen que en su libro de próxima aparición, el expresidente le habría dedicado un capítulo especialmente severo a quien fuera presidente de la Cámara de Diputados, al punto tal de que recomendaron quitar ese texto. El libro llevará el futbolero título de “Primer tiempo”, un nombre sugerente que llevó a insistir a los periodistas que en la semana lo entrevistaron para saber si en el segundo tiempo él piensa jugar.
Hábil de cintura, prácticamente descartó que vaya a participar en las legislativas del año que viene, pero esquivó responder sobre un eventual intento de revancha en 2023.
Macri cumple con las formas cuando abre el abanico para ponderar a dirigentes de su espacio a los que vislumbra un futuro promisorio. Salvo esa referencia puntual hacia el ala política, oportunidad en la que tampoco mencionó a Frigerio y Monzó, no hace críticas hacia adentro con nombre y apellido. Pero su manera de criticar es la omisión. Por ejemplo, no menciona nunca a Martín Lousteau, para muchos el radical más encumbrado. Parece no haber digerido aún el portazo del economista en la embajada en Washington, aunque también habría que pensar en el inoxidable “Coty” Nosiglia padrino político de Lousteau y quien cuando las elecciones en Boca a último momento le quitó su apoyo a Daniel Angelici. Macri puede tener todo el espíritu zen que uno pueda imaginar, pero no hace ningún esfuerzo para ocultar sus rencores.
Tal vez para fastidiar a Lousteau y quienes lo auspician, llamó la atención la insistencia en mencionar entre los dirigentes de Juntos por el Cambio con más futuro a Alfredo Cornejo, el presidente de la UCR, y con el que supo tener cortocircuitos, por ejemplo por el tema tarifas. El mendocino no oculta que quiere ser candidato presidencial en 2021, y cuentan que es quien habría alentado sus reparos hacia Frigerio, por la atención especial que siempre el gobierno de Cambiemos le dispensó a los gobernadores peronistas.
Como sea, es muy ingrata la crítica que el expresidente hace hacia quienes estuvieron a cargo de los acuerdos con la oposición. Todas las leyes que el gobierno de Macri necesitó, siempre se consiguieron a partir del buen diálogo alcanzado por Frigerio y Monzó con los gobernadores y los jefes de la oposición legislativa, sobre todo con Miguel Pichetto en el Senado, donde ninguna ley hubiera salido de no haber sido por quien terminaría siendo compañero de fórmula de Mauricio Macri.
Hubo momentos en los que la Rosada ensayó cambiar la estrategia, como cuando la discusión por el impuesto a las Ganancias de fines de 2016. El Gobierno había decidido endurecerse y la negociación con los gobernadores quedó en manos de Marcos Peña. A nadie se le ocurrió decirle a Rogelio Frigerio que no viajara a China por una misión comercial. El resultado fue un rotundo fracaso en Diputados, donde por primera vez se unieron los bloques Justicialista y el Frente Renovador con el Frente para la Victoria, propinándole un severo traspié al oficialismo al aprobar un proyecto que era muy gravoso para el Estado. Ya en el Senado, el Ejecutivo negoció de una manera distinta y para ello debieron hacer regresar a Frigerio desde China de manera presurosa. Pero no conseguía pasajes. “Y no podía ir por Estados Unidos, porque no me había llevado la visa, así que tuve que dar la vuelta al mundo por Australia”, recordó el exministro en el libro “Gobernar en minoría”. Para llegar a tiempo para una reunión con sindicalistas y luego reunirse con todos los bloques, tuvo que ir contrarreloj para ganar un día: “Me fui por el transpolar y llegué a la misma hora en que salí”, recuerda.
Monzó y Frigerio hoy trabajan para el proyecto de Horacio Rodríguez Larreta, quien también mantiene con Lousteau una alianza trabajosamente forjada para las elecciones del año pasado. Cerca del jefe de Gobierno reconocen que al expresidente de la Cámara baja se le fue la mano al pedir la jubilación para Macri y Cristina Kirchner. Pero imaginan que la sangre no llegará al río, pues en Juntos por el Cambio todos saben que nadie tiene destino si se separan.
En el Gobierno celebraron la reaparición de Macri, quien este martes dará el último reportaje y luego volverá a pasar a un segundo plano. Les sirve agitar su imagen en tiempos complicados. Mientras tanto, celebraron un 17 de Octubre muy particular. Fue originalmente una respuesta a las marchas opositoras que vienen sucediéndose contra el Gobierno y que se repetirán el próximo 8 de noviembre. Pero también una manera con la que un sector del peronismo buscó empoderar al Presidente. El próximo paso será convencerlo de que acepte ser presidente del PJ, cargo que Cristina siempre desdeñó. La expresidenta saludó este 17 de Octubre en las redes, con un mensaje con referencias a la lealtad, mas sin mencionar al General. La imagen con la que acompañó su tuit era la de su esposo, en un masivo acto. El jueves en el Senado, donde Cristina preside y reina, se realizó el tradicional homenaje a una fecha tan cara al peronismo, pero solo hablaron Adolfo Rodríguez Saá, que es más un aliado que un miembro pleno del oficialismo, y el radical Luis Naidenoff. Queda claro que hace rato que ella dio vuelta esa página. (Parlamentario)