Neuquén: por la inflación, aumentó el trabajo de los zapateros
Se reparan más zapatos por la suba de precios de los nuevos.
No se necesita demasiado espacio para reparar zapatos. Con un puñado de metros cuadrados es suficiente para cambiar suelas, pegar zapatillas y coser cierres de un número de clientes que crece todos los días, a partir de la pérdida de poder adquisitivo y de la suba en los precios de los zapatos nuevos.
“No tenemos años malos, pero en invierno se nota que crece mucho más el trabajo porque se reparan las botas, que son más caras”, afirma Maicol Castro, que fue testigo del oficio de zapatero mientras aprendía conceptos tan básicos como contar, escribir o atarse los cordones. Su papá Sebastián reparaba calzado desde que él nació, por lo que su crianza la pasó entre cueros y plantillas.
Un penetrante olor a pegamento inunda el escueto local de Ananías Venegas. En el machimbre del fondo resaltan unos clavos de los que cuelgan cordones y cierres sin coser. La puerta vidriada de su comercio bien podría ser de vaivén, porque los clientes salen y entran a un ritmo vertiginoso: una costura en las zapatillas, un par de plantillas talle 42, un cierre en una campera que un obrero pide con urgencia para enfrentar la temperatura bajo cero del Parque Industrial.
“En invierno se reparan muchas más cosas pero en verano la gente anda en ojotas”, dice Ananías, que llegó de Chile hace 45 años y se quedó para siempre en la misma ciudad. Aunque una rara enfermedad le dejó una pierna tiesa y lo condenó a una bota ortopédica casi perpetua, él aclara que va a trabajar mientras el cuerpo le responda.
“Muchas veces la gente piensa despectivamente en los zapateros, pero es un oficio digno y que más gente debería aprender, porque se puede vivir bien con este trabajo”. “En invierno crece mucho más el trabajo porque se reparan las botas, que son más caras”. Maicol Castro, dueño de la zapatería Tauro
En verano, de todo
Para sortear la falta de clientes del verano, los trabajadores se adaptan a otros rubros. “Lo que no tenga arreglo en tu casa lo puedo reparar yo”, declama, muy seguro, Maicol. Es que no le tiene miedo a ningún artículo y logra componer carpas, valijas, patines, piletas de lona y hasta colchones inflables con tal de adaptarse a los pedidos del verano.
A los zapateros del Bajo les llegan entre 8 y 10 arreglos por día y el trabajo crece al mismo ritmo en que bajan las ventas de productos nuevos. “Hay calzados de cinco mil pesos y la gente dice que nos los puede pagar”, asegura Ananías. Aunque cada vez son menos los que usan zapatos de cuero, su oficio parece reinventarse con las zapatillas deportivas, que tienen una tela tan fina que siempre precisan punteras nuevas.
Si bien el crecimiento de los pedidos es una buena noticia para sus economías, también sufren de la acumulación de encargos. “Me entran diez trabajos por día y a veces solo puedo terminar cinco”, se queja Ananías, y aclara que el resto queda para el día siguiente. Así, les pide a sus clientes que regresen la semana siguiente para buscar su calzado, pero hay quienes son demasiado ansiosos para esperar tanto tiempo.
Maicol trabaja con dos compañeros para poder acelerar el ritmo. Sin embargo, en algunos casos cita a sus clientes para que retiren los encargos dentro de quince días. “La gente nos tiene paciencia, pero dos semanas es mucho tiempo para andar sin zapatos”, asegura el joven de 28 años, desde su local atiborrado de cordones en tonos flúor.
Son datos proporcionados por la Dirección Provincial de Estadísticas y Censos. El mayor incremento se dio en febrero, cuando estos productos aumentaron un 6,55% mensual.
Su propio negocio
Según relató, aprendió el oficio de su padre, que escapó de la crisis económica chilena y aprendió a reparar zapatos en Argentina por un trabajo que tuvo como aprendiz. Con el tiempo, ahorró lo suficiente para comprar su propio negocio y adquirió el fondo de comercio de Tauro, el nombre que lleva el local hoy. Hace cuatro años, el hombre falleció de forma abrupta y Maicol decidió continuar con el oficio que le dio de comer a su familia durante décadas.
El joven dice que hay un número suficiente de talleres en la ciudad, pero Ananías no está de acuerdo. Considera que la cantidad de zapateros no creció al ritmo de la población de Neuquén. Sin embargo, ambos coinciden en que los clientes se multiplican y llegan también de Senillosa, Cipolletti o Centenario.
La falta de recursos del público, que prefiere arreglar su calzado en lugar de comprar un nuevo par, permite que los comercios subsistan sin hacer publicidad. “Me sirve mucho el boca en boca y tengo clientes desde hace años, algunos son los hijos de los que me traían zapatos hace veinte años”, señala Ananías y aclara que él vivió épocas muy diferentes, cuando el calzado roto terminaba en la basura y no en el fondo de su taller.
Los arreglos sencillos son los más pedidos por los clientes
Aunque los zapateros de la ciudad son capaces de realizar múltiples reparaciones, la mayoría de los clientes solicitan trabajos sencillos, que son también los más económicos. Según explicaron, muchos piden el pegado de las zapatillas o pequeñas costuras, que tienen un valor de entre 75 y 100 pesos.
Desde los talleres señalaron que el costo promedio de un arreglo ronda los 500 pesos, ya que hay reparaciones que pueden llegar a costar 900 pesos, cuando se cambia una suela y se hacen las costuras a mano para mantener el cuero unido a las piezas de goma. Mientras que en invierno se solicitan en gran medida las reparaciones y cambios de cierres de las camperas, las mochilas se convirtieron en un gran factor de trabajo para los zapateros. “No es solo en época escolar porque ahora las usan grandes y chicos”, detalló Ananías, al frente del taller Reyes.
En total, los zapateros trabajan entre 8 y 13 horas diarias para cumplir con el gran número de pedidos que hacen los clientes, que aumentó en los últimos tiempos por el alto costo de los artículos nuevos. Según aclararon, reciben cerca de 10 encargos por día.
Fuente: LMNeuquén/ por Sofía Sandoval