4 octubre, 2024

Llorones, imbéciles y calientes: gobernar bajo emoción violenta

Panorama Semanal

El rebrote inflacionario, la ola de despidos y la nueva corrida al dólar le llegaron al Gobierno en el peor momento político posible, con su imagen pública en picada y la pólvora de la corrupción kirchnerista mojada por el creciente escándalo del espía Marcelo Dalessio. Desesperado por huir hacia adelante, el Presidente apeló esta semana al viejo truco de mostrar autoridad con un puñetazo a la mesa. Pero el efecto fue, como suele pasar cuando se sobreactúa, el contrario: el establishment lo mira perplejo, Wall Street espera sin jugar una sola ficha, la Corte Suprema lo ignora, sus aliados toman distancia, la CGT se despereza y el peronismo sonríe, al fin, ante la perspectiva ahora menos remota de que el ballotage termine enfrentando a dos opositores.

La metáfora desafortunada de la semana corrió por cuenta del presidente delBanco Nación, Javier González Fraga, a quien secundará por lo que le quede de mandato el fallido exvice de Federico Sturzenegger en el Central, Lucas Llach. «¿Qué prefieren, estar en un auto a más de 100 kilómetros por hora que va hacia la pared o haber chocado ya con la pared y no tener más que un par de huesos rotos?», preguntó González Fraga a un auditorio de financistas, quienes por las dudas no arriesgaron respuesta. Muerte o dunga-dunga. Casi tan alentador como el «estamos bailando en la cubierta del Titanic» que soltó Dante Sica ante bodegueros.

Que el antiguo dueño de La Salamandra haya aceptado a Llach como vice llama la atención porque no hay foro ni entrevista donde no destaque el «disparate» que considera que hizo la dupla Sturzenegger-Llach al colocar Lebacs por un billón de pesos entre ahorristas particulares locales y extranjeros. Eso fue lo que, a su juicio, desencadenó la corrida que se llevó puesto al plan económico. Pero lo más sorprendente para los operadores de la City fue escucharlo proponer ante Bloomberg que los productores de granos puedan liquidar la cosecha directamente en dólares, sin cambiarlos nunca por pesos, justo cuando Nicolás Dujovne y Christine Lagarde rezan para que esa liquidación tome impulso de una vez.

¿Sobran acaso los dólares? Nada de eso. En el primer bimestre del año la liquidación de divisas provenientes de la exportación de cereales y oleaginosas fue de US$ 3.046 millones, un 6,5% menos que el mismo lapso de 2018. Según una cuenta que le envió ayer a sus clientes la consultora PxQ, se trata de un 13,2% menos que el promedio de los tres últimos primeros bimestres. Esa misma consultora, que dirige el exviceministro Emmanuel Alvarez Agis, subrayó otro dato: que en los años electorales la liquidación de divisas siempre cae sensiblemente.

Si esa regla se cumple este año, ni siquiera la cosecha récord a la que encomendó su suerte Macri podría salvarlo. Lo intuyó dos semanas atrás el secretario de Hacienda, Rodrigo Pena, cuando se reunió con las cámaras de aceiteros y exportadores de cereales. Le dijeron que la proyección oficial (que esas exportaciones aportarán 25.000 millones al balance de pagos) está un 20% inflada. Para Álvarez Agis es todavía más: su pronóstico es que apenas entrarán 18.000 millones.

Enlaces y desenlaces

En el campo rumian su malestar por el regreso de las retenciones y la suba de costos, dos coletazos de la devaluación de fines de septiembre. Hasta reaparecieron juntos los referentes de la vieja Mesa de Enlace de 2008, aunque esta vez para castigar a Macri. Fue un lamento muy sintomático del momento que se vive en el empresariado. Conmovidos o irónicos, los integrantes del Comité Ejecutivo de la UIA se cansaron de reenviar por whatsapp el video del reencuentro ruralista. «Parecen industriales», comentó con sorna uno de los tres que envió el recorte a BAE Negocios. ¿Y el Grupo de los Siete, donde hasta hace un año compartían amables almuerzos? Bien, gracias.

A los industriales, anteayer, Sica los reprendió por primera vez en un tono similar al que usaba su antecesor que los trató de «llorones», Francisco Cabrera. Sica se enojó porque un rotario cuchicheó que su discurso era «puro piripipí» y acusó entonces al empresariado de asociarse con los sindicatos para después pedirle prebendas al Estado. «Ya nos ponen en la misma bolsa a todos. Están en la fase yo contra el mundo», comentó un dueño de fábrica presente en el salón.

Ayer, con la tasa de Leliq arriba del 65%, Sica arremetió otra vez. «Esta es una tasa de compromiso para superar una inestabilidad de décadas. Hoy nos quejamos de la tasa de interés que está alta para estabilizar la macro, pero si no la estabilizamos no vamos a tener nunca crédito», dijo por radio. Y aunque admitió que hay rubros productivos enteros que «con esta tasa parecen inviables», volvió a desafiar: «Hay sectores que podrían poner un poco mas en la discusión».

¿Será apenas otro síntoma de desbande, como Elisa Carrió tachando de «imbécil» al ministro de Justicia justo cuando la Corte abría el año judicial? ¿Serán celos por el entusiasmo que generó entre los industriales la irrupción en la carrera presidencial de Roberto Lavagna? ¿Habrá sido por eso que Macri «caliente» instó ayer a «remar sin llorarla», en clave Cabrera? ¿La furia es porque el exministro atrae más votos desencantados de Cambiemos que peronistas? ¿O será otro truco de Marcos Peña y lo que buscan en realidad es inflar contra Cristina Kirchner a un Lavagna que sigue siendo desconocido para casi un 40% del electorado?

Pactos y clamores

Más allá de las intenciones, gobernar bajo emoción violenta empieza a granjearle enemigos al oficialismo. Hasta en las oficinas de Socma en el Rulero se oyeron insultos contra el hijo pródigo del patriarca recién velado después de lo que dijo en su entrevista con Luis Majul. «¡Que demuestre uno solo de los delitos que cometió Franco! ¡Uno solo! ¡Esto es obra de Marquitos, que quisiera que quiebre Socma para ganar unos votitos pero que no entiende que atrás de cada empresa que quiebra hay gente que se queda sin laburo!», dijeron a este diario desde el despacho del histórico gerente del holding, Leonardo Maffioli.

Lavagna, por su parte, espera un clamor que no llega. El cordobés Juan Schiaretti lo recibió con pompa y honores en su provincia pero le dijo que vaya a la interna contra los demás socios de Alternativa Federal. Fue un desaire. El «consenso» al que aspira el exministro -que todos los demás se bajen de la carrera- por ahora no existe. El que menos quiere bajarse es Sergio Massa, con quien selló un pacto mutuo de no agresión hasta fines de abril.

La gran apuesta de Lavagna es a otro pacto, entre los mismos protagonistas del de Olivos pero un cuarto de siglo después: el primer sindicalista que lo empujó al ring, Luis Barrionuevo, y su socio y amigo Enrique Nosiglia. Es lo que le permitiría montar la escena del «gobierno de unidad nacional». Nosiglia podría aportarle a su pupilo Martín Lousteau, por ejemplo, como candidato capitalino y pátina radical. Y Barrionuevo, la estructura territorial indispensable para cualquier campaña. Ambos tienen también mucha experiencia en ingenierías financieras de campaña.

Lo único que podría fallar, una vez más, es la aritmética. Así como los tres candidatos con más votos del peronismo antikirchnerista (Massa, Lavagna y Urtubey) hoy suman juntos una intención de voto superior a la de Macri pero ninguno de los tres consigue concentrar las adhesiones de los otros dos, la incorporación de Lousteau no necesariamente le sumaría al exministro. No deja de ser el artífice de la resolución 125, casi una garantía de invotabilidad en el campo al que procuró seducir durante su visita a Expoagro.

Por Alejandro Bercovich/BaeNegocios