En tren a Bariloche con la Biblia cantada
El viaje en tren a Bariloche era una aventura que sumaba épica a la que de por sí traía el viaje de egresados en los 70. Era un primer gesto de independencia ante los padres, ir solos junto a entrañables compañeros de secundaria, lejos del control familiar. Independencia relativa, claro, porque los mayores corrían con todos los gastos.
Pero en todo lo demás la libertad aparecía en cada momento. Aclaración indispensable en tiempos de redes sociales: casi ningún colegio era mixto, “los nenes con los nenes, las nenas con las nenas”. Pero las agencias de turismo armaban los grupos de tal manera que terminábamos mezclándonos. Entonces, viaje compartido con tus compañeros de varios años, pero en situaciones nuevas, más intercambio con el otro sexo. Lo que hoy sería absolutamente natural y cotidiano en aquel entonces, no.
¿No te gusta el grupo donde te tocó el asiento? Te cambiabas de vagón, y el desafío volvía a empezar. Eran 36 horas de tiempo para forjar encuentros que podían durar un suspiro o toda la vida.
Tener una guitarra a mano era una suerte de garantía de ser, al menos por algunos instantes, el centro de atención de “propios y ajenas”. Incluso servía como punta de lanza para que nuestro grupo avanzara en otros ámbitos. Así, todos ganábamos.
A los que tocábamos y cantábamos “una que sepamos todos”, la noticia del jueves pasado nos cayó como una bomba: Willy Quiroga, legendario bajista de Vox Dei, había dejado este mundo.
A los 15 años, a los 18 o incluso más, a ninguno de nosotros la frase “todo tiene un final, todo termina” podía sonarnos premonitoria, salvo para justificar un amorío pasajero o un cambio de carrera o trabajo. Pero no de dimensión vital. Por eso “Presente (el momento en que estás)”, el primer éxito de la banda que contenía ese verso, era parte fundamental del repertorio de cualquier fogón, reunión de amigos o aquellos viajes sin ningún temor.
El tema era parte del primer disco de Vox Dei, Caliente, publicado en 1970, tan inhallable poco tiempo después (había quebrado el sello) que en 1972 se volvió a editar como Cuero caliente.
Pero el mayor impacto llegaría en el segundo long play (perdón la antigüedad), en 1971. La idea original era de Ricardo Soulé, guitarrista de la banda, pero Quiroga fue parte fundamental del armado de un racimo de canciones que atravesaron años, épocas y almas como las nuestras. La Biblia según Vox Dei tuvo la virtud de atraer por igual a profesantes de varios credos (el cristiano, por supuesto), a ateos y militantes de distintos signos. Willy había aportado nada menos que la idea de armar una estructura de siete movimientos, que finalmente serían ocho al desdoblar el tema “Cristo” como “nacimiento y “muerte y resurrección”.
«“No olvidar, lo que ves ya se ha visto ya”, un texto que hoy suena aún más premonitorio y que no podíamos captar en su contenido profético»
“No olvidar, lo que ves ya se ha visto, ya”, dice uno de los versos de “Libros sapienciales”, un texto que hoy suena aún más premonitorio y que entonces los que nos asomábamos a la juventud no podíamos captar en su contenido profético. Faltaba poco para el final de la dictadura de Juan Carlos Onganía, el retorno del peronismo (1973) y toda la espiral de violencia que vino después.
“Ya está cerca a venir aquel que nos va a explicar, sin violencia ni gritos, paz para este mundo traerá”, compensaban las “Profecías”, un tema que, junto con “Libros…”, puede escucharse hasta hoy en los coros de algunas iglesias.
Creyentes o no, creíamos que la fe todo lo puede: “Grita a una montaña y pídele que se eche al mar, si crees lo que dices, seguro que se hará”, casi gritábamos en “Cristo (nacimiento)”, imitando el solo de guitarra con la voz.
Pero sin duda, en ese clima turbulento, apostábamos a la “resurrección”: “Recuerda que sos mi amigo, y que no me perderás, y te cerrarán caminos, por decir lo que es verdad, pero nunca estarás solo, porque allí yo voy a estar”. Como hoy.
Por Luis Cortina (LaNación)