10 julio, 2025

El Círculo Rojo frente al terremoto Milei y la Juventud

La victoria de Javier Milei en 2023 no fue un rayo en cielo sereno. Fue el síntoma visible
de una crisis profunda y la señal de un nuevo ciclo político en Argentina. Si la clase política
tradicional —incluyendo el círculo rojo intelectual y mediático— recurre hoy a la defensa
ritualizada de la “institucionalidad democrática” y los “buenos modales”, es porque su
cosmovisión y sus referentes han sido desplazados por una fuerza inesperada: los
jóvenes. Más que un triunfo electoral, Milei encarna un verdadero cambio de paradigma,
fruto de una juventud desilusionada por las promesas incumplidas de la democracia y
decidida a romper el statu quo. Por Pablo Gustavo Díaz, Consultor Político

El fenómeno juvenil: rebeldía, hartazgo y voto disruptivo

A diferencia de otras coyunturas, las elecciones de 2023 marcaron un salto generacional
inédito. Más del 70% de los menores de 24 años eligieron a Milei en el balotaje. Este
segmento fue decisivo: nunca antes una fuerza outsider, sin estructura territorial, había
logrado movilizar masivamente a los jóvenes, desplazando el eje ideológico nacional hacia
una “nueva derecha” liberal-libertaria.

Las causas de este fenómeno son múltiples y profundas:

  • Desencanto con la “democracia formal”: la generación nacida tras 2001 solo ha conocido
    precariedad, inflación y deterioro social.
  • Rechazo a la corrección política: los jóvenes perciben el discurso progre y el
    institucionalismo tradicional como hipocresía y privilegio de castas.
  • Atractivo de la autenticidad brutalista: la comunicación directa, sin filtros y sin miedo al
    conflicto, genera identificación en una sociedad saturada de eufemismos.
    “A nosotros no nos importa cómo habla, sino que haga algo distinto. Estamos cansados
    de los políticos que prometen y no cumplen”, cuenta Sofía, una estudiante de economía
    de 22 años (La Nación, 2023).
    “Sentimos que la democracia se volvió un ritual vacío. Milei nos representa porque va de
    frente y dice lo que pensamos, aunque no sea ‘correcto’”, afirma Lucas, 24 años, empleado
    de comercio (Clarín, octubre 2023).
    “Muchos de mis amigos quieren irse del país. Voté a Milei porque, por primera vez, sentí
    que alguien nos habla de futuro y no de pasado”, sostiene Maia, 19 años, estudiante
    universitaria (Infobae, noviembre 2023).
    El círculo rojo y el pánico a perder el control
    El círculo rojo, compuesto por analistas, consultores, medios y dirigentes, no solo perdió
    la iniciativa política; perdió el monopolio del sentido común. Algunos de mis colegas, por
    ejemplo, critican a Milei por su «brutalismo» comunicacional, advirtiendo sobre los riesgos
    para la convivencia democrática. Es cierto: el estilo Milei polariza, tensiona y excluye. Pero
    esta crítica olvida —o prefiere no asumir— que la «civilidad» y las «buenas formas» no
    evitaron la catástrofe social sobre la que se construyó el fenómeno Milei:
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  • La pobreza creció del 14% de inicios del gobierno de Alfonsín a superar el 40% a fines
    del gobierno de Alberto Fernández (y a más del 60% si solo consideráramos la pobreza
    infantil)
  • La deserción escolar y el desempleo juvenil alcanzan récords históricos.
  • La clase media joven se siente condenada a la emigración o la frustración.
    “Nos piden que respetemos las formas, pero nadie se preocupó por respetar nuestro
    presente ni nuestro futuro. ¿Para qué sirve la democracia si seguimos igual de mal?”,
    plantea Tomás, un programador de 27 años, (Perfil, diciembre 2023).
    El círculo rojo, en vez de interpelar las causas profundas de este voto juvenil disruptivo,
    responde con nostalgia institucionalista, con falacias de autoridad y con un reclamo ético
    que la experiencia reciente desmiente.

  • De la hegemonía progre al experimento libertario

  • Durante las últimas dos décadas, el progresismo monopolizó el discurso de los derechos,
    la inclusión y la participación. Pero la incapacidad para traducir esos valores en resultados
    materiales erosionó su legitimidad, sobre todo entre quienes menos tenían para perder.
    El “Mileísmo” es hijo de esa frustración y, aunque sus formas incomoden a la elite, es
    innegable que expresa una demanda de cambio radical y pragmatismo. El joven argentino
    de 2023/24 no quiere relatos; quiere trabajo, estabilidad y futuro. En ese vacío, Milei instala
    su discurso, a veces brutal, pero eficaz en captar el hartazgo social.
    “La izquierda y el progresismo hablan de derechos, pero la realidad es que no llegan a la
    gente. Prefiero a alguien que intente cambiar algo, aunque no sea simpático”, resume
    Rocío, una técnica en sistemas de 25 años, (Página/12, 2023).

  • Resultados y debate democrático: ¿qué es realmente democrático?

  • “¿De qué sirve la democracia si no es para hacer más feliz a la gente?”, afirmaba el
    dirigente radical rionegrino, Edgardo Buyayisqui, en los años ’80.
    La reacción del círculo rojo —centrada en el estilo y la institucionalidad— peca de mirar el
    árbol y no el bosque. Es una defensa de la “democracia como procedimiento”,
    desatendiendo su dimensión sustantiva: la capacidad de generar bienestar.
    Mientras la elite se escandaliza por los modales de Milei, los datos duros empiezan a
    revertirse (pobreza a la baja, inflación controlada, economía en recuperación), generando
    un nuevo sentido común: la democracia no se mide solo por las formas, sino por los
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