15 marzo, 2025

Cristina Kirchner vs. Miguel Pichetto, duelo de vices

Ambos senadores, habitan un cuerpo que los tuvo siempre como protagonistas, generalmente del mismo lado, pero desde hace dos años totalmente enfrentados. La autocrítica de uno; la prédica encendida de ella para utilizar el Senado nuevamente como escala previa hacia el Ejecutivo. Hoy los dos compiten por el mismo cargo, con aspiraciones y proyectos muy distintos.

Por José Angel Di Mauro. Cristina Fernández de Kirchner y Miguel Angel Pichetto tienen muchas cosas en común. Más de las que parecieran. Ambos son bonaerenses, pero han sido o son legisladores por la Patagonia. Peronistas ambos, pasaron por las dos cámaras del Congreso de la Nación, donde dejaron huellas. Y tras haber estado en Diputados, llegaron al Senado en 2001, la primera vez a partir de la cual los representantes de esa Cámara comenzaron a ser elegidos por voto directo, tal cual estableció la Constitución reformada en 1994.

Y en las próximas elecciones estarán frente a frente, compitiendo ambos por el mismo cargo: la vicepresidencia de la Nación.

Todo indica que uno de los dos será el próximo titular del Senado, un ámbito donde la candidata del Frente de Todos transita su tercer período, donde ha pasado ya casi 11 años; el candidato de Juntos por el Cambio cumplirá 18 allí, y también va por su tercer período.

Compartieron el mismo bloque a partir de 2001 y hasta 2007, cuando ella llegó a la presidencia de la Nación, tras haber pasado a representar, desde 2005, a la provincia de Buenos Aires. Nacido en Banfield, él siempre fue legislador nacional por su provincia de adopción, Río Negro. Cumplió además dos períodos como diputado nacional entre 1993 y 2001; ella uno, desde 1997.

Pichetto fue presidente del bloque PJ del Senado tras suceder a José Luis Gioja en 2002. Y siguió presidiendo la bancada mayoritaria hasta el martes 11 de junio, fecha en la que anunció que había aceptado la propuesta de Mauricio Macri para que fuera su compañero de fórmula.

Cristina Kirchner era la segura candidata presidencial de Unidad Ciudadana hasta que el 19 de mayo pasado anunció a través de las redes sociales que había cedido el primer lugar de la fórmula a su ex jefe de Gabinete Alberto Fernández, en aras de una unidad más amplia que incluyera al Partido Justicialista y otras fuerzas y alcanzara para vender al Gobierno.

Pichetto era precandidato presidencial desde que a fines de septiembre de 2018 formó junto a los gobernadores Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey, y al líder del Frente Renovador, Sergio Massa, Alternativa Federal. En rigor, ese espacio no kirchnerista no se llamaba así entonces; de hecho, no tenía nombre y solo había sido presentado como la intención de construir “una alternativa para la Argentina”. De ahí devino el nombre de ese espacio que nunca lograron consolidar.

De hecho, Alternativa Federal comenzó a estallar a partir de su momento culminante, cuando el gobernador cordobés logró su reelección por amplio margen y encendió alarmas en el kirchnerismo, temeroso de que el mensaje de Schiaretti de construir un peronismo institucionalista se expandiera a más gobernadores. Fue entonces que Cristina Kirchner sorprendió dando su paso al costado y la mayoría de los gobernadores peronistas dejaron de lado prevenciones y se encolumnaron detrás de la fórmula Fernández-Fernández.

Pichetto se había mostrado como el más activo de los articuladores de Alternativa Federal. Tanto como para que, a pesar de mantener su precandidatura presidencial, buscara instancias que pudieran hacer competitivo a ese espacio.

Ya en diciembre pasado había confiado a Parlamentario que la figura de Roberto Lavagna era “interesante”, sobre todo “si la economía va mal”. El 15 de enero siguiente visitó al exministro de Economía en su casa de Cariló y comenzó a sondearlo como eventual candidato presidencial “por consenso” dentro del espacio Alternativa Federal. Incluso llegó a ofrecerse como vice de Lavagna, si éste aceptaba representar a esa fuerza y había acuerdo en el sector. Pero los intereses de sus socios parecían ir por otros lados, sobre todo los de Sergio Massa, abocado fundamentalmente a llevar a buen puerto las conversaciones que desde hacía meses desarrollaba con alfiles kirchneristas como “Wado” De Pedro y el propio Máximo Kirchner.

Cuando Alternativa Federal implosionó finalmente, llegó a hablarse de la fórmula Urtubey-Pichetto, a la que se llegaba “por descarte”, la verdad sea dicha. Pero mientras esa posibilidad trascendía, el todavía jefe del bloque Justicialista ya era objeto de sondeos de parte de funcionarios del Gobierno de Cambiemos para verificar si estaría dispuesto a acompañar a Mauricio Macri.

Sabía Pichetto que previamente habían tentado al gobernador de Salta. Eso no cambia nada; parece claro que si Urtubey hubiera dicho que sí, él se hubiera encolumnado también con el oficialismo, convencido como está de que, eliminada la “vía del medio”, las elecciones presidenciales se polarizarán de manera extrema y hace tiempo que volver al kirchnerismo representaría una involución para la Argentina.

De hecho, en los días previos al anuncio formal de su aceptación, dijo que votaría a Macri en un eventual balotaje con el kirchnerismo.

Convivencia

Muchos se preguntan hoy de dónde viene la enemistad manifiesta entre ambos. Lo cierto es que Pichetto y Cristina se conocen muy bien, por haber sido ambos compañeros de bloque entre 2001 y 2007. Una relación que mutó obviamente cuando en mayo de 2003 ella se convirtió en “primera dama” -o primera ciudadana, como prefería ser denominada-, pero lo cierto es que entonces ella no le sacó “bolilla negra” a Pichetto para que siguiera presidiendo el bloque cuando su esposo asumió la presidencia. Todo lo contrario, lo mantuvo en el cargo al asumir ella en 2007, y así siguió hasta 2015.

No se conocen roces entre ambos en el ámbito legislativo, y habrá que atribuir ello a una conducta que Pichetto reivindica de sí mismo: la obediencia a la autoridad. Es el argumento que da por haber defendido siempre las políticas de la era kirchnerista, algunas de las cuales hoy considera erradas. En rigor, arrancó con esa autocrítica cuando el peronismo volvió al llano.

El 21 de enero de 2016, cuando el Gobierno de Macri llevaba apenas 40 días, salió al cruce de algunos kirchneristas al señalar que no creía en “el esquema asambleario de las plazas” y le apuntó a Axel Kicillof y su plan económico: “hay cosas que se podían haber hecho de otra manera. El proceso económico de los últimos años fue erróneo. El ministro de Economía Axel Kicillof se equivocó”.

Si hasta reivindicó entonces decisiones oficiales, como al reconocer que “el Gobierno salió bien del cepo, aun cuando eso implicó una devaluación. La baja de las retenciones sirvieron, por ejemplo”. Esa vez le respondió Máximo Kirchner: “Sacó 34 puntos en Río Negro. ¿Echarle la culpa a Kicillof? Me parece que hay muchos que trasladan cuestiones que les pasaron”.

Curiosamente la misma referencia crítica que le hizo Agustín Rossi luego de que -ya precandidato junto a Macri- Pichetto la emprendió contra el exministro de Economía devenido candidato a gobernador bonaerense recordando su supuesto origen “comunista”. “Seguís enojado con Axel por la elección del 2015 de Río Negro. Vos eras el candidato, vos perdiste. No tiene nada de malo, pero ya que saliste del closet político/ideológico, hacete cargo!!”.

Hace rato que Rossi fustiga a Pichetto: “Los no kirchneristas son los que hablan del kirchnerismo… ¿qué tiene que ver Pichetto con nosotros? Fue el dirigente político que no quiso que Cristina esté en el bloque (…) Está en un espacio político que no puede definir un candidato, que se dedique a su espacio político y deje de opinar sobre el nuestro”, le enrostró el 17 de julio del año pasado.

Lo cierto es que Pichetto criticó enfáticamente a Kicillof desde 2015. En enero de 2016, en el programa “Desde el llano”, de TN, no anduvo con ambages al concluir que “Kicillof fue un mal ministro de Economía”, dijo, atribuyéndole la derrota electoral de Daniel Scioli. Es que a su juicio “no se abordó la temática de las economías regionales, que estaban todas al borde del incendio; no se tocó el piso de Ganancias, que venía siendo un reclamo generalizado desde 2013, y esto no es un problema de la presidenta de la Nación, que no puede saberlo todo desde el punto de vista técnico. Si hubiéramos integrado a sectores del trabajo, nos podría haber dado el triunfo por sobre Macri”.

En efecto, Pichetto resguardaba a su exjefa a la hora de las críticas, y hasta resaltaba de ella que hubiera mantenido “un silencio prudente”. Empero, ya entonces sugería que su postura de que los expresidentes una vez fuera del poder dieran un paso al costado y no volvieran a inmiscuirse en la política. Mantenía esa posición, del mismo modo que rechazaba la rutina de “perseguir” judicialmente a los exmandatarios una vez que perdieron el poder. El sostenía que los expresidentes “deberían ser figuras respetadas en el país”, pero que tendrían que tener prohibido volver a ejercer la política.

Ella sí salió a criticarlo públicamente tiempo después. Llevaba casi un año fuera del poder, y en un acto en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, de Florencio Varela, la exmandataria la emprendió contra su ex jefe de bloque por las expresiones que él había tenido sobre los inmigrantes que delinquen. Sin nombrarlo, se preguntó: “¿Cómo nos van a decir que el problema son los migrantes o decir que los que delinquen son todos extranjeros?”, y agrego´: “¿Por qué no agarran un registro carcelario? Van a ver que la mayoría son de la nacionalidad del país donde están esas cárceles. Se repiten estereotipos y frases que se dicen en programas”.

Pero hubo veces en que ella fue más directa y ofensiva, aunque entonces se trataban de conversaciones privadas. Cuando trascendieron audios de diálogos de la expresidenta con Oscar Parrilli, en las que Cristina se refería a Pichetto como un “traidor hijo de puta”. En ese mismo audio les sugería a los del PJ “que se suturen el orto”.

En audios posteriores, también revelados en programas periodísticos, volvía a escuchársela llamando “traidor” a Pichetto, asegurando que quien fuera su jefe de senadores durante los tres mandatos kirchneristas “no puede pisar Río Negro” y su carrera política estaba acabada, porque “te imaginás que en el 2019 deja de ser senador y fuiste…”.

Cuando en esas conversaciones el extitular de la AFI le preguntaba a su jefa si debían salir a contestarle a Pichetto, ella decía que no. “¿Vos te creés que la gente registra lo que dice Pichetto? Y si lo registran, lo usan para putearlo. Ignorémoslo completamente”. Luego ella aclaraba que no le importaba con quién estaba él, sino -a sabiendas de que tenía las llaves de las leyes en el Senado- “qué es lo que están votando en el Congreso”.

En otra conversación telefónica, ya no con CFK, sino supuestamente con el vicegobernador santiagueño José Emilio “Pichón” Neder, Parrilli hablaba de “algunos que quieren meter presa a Cristina, de los nuestros”. Y remataba: “Empezando por Pichetto, es el primero que negoció meterla en cana a Cristina”.

Está claro que, por el contrario, Pichetto fue el gran reaseguro para la libertad de la exmandataria. El ya lo dejó claro a principios de 2017, cuando todavía no era seguro que Cristina fuera candidata a senadora y él aclaró en una entrevista con el diario Clarín respecto de qué pasaría si ella fuera senadora y un juez pidiera su desafuero: “En el Senado siempre hemos tenido la visión de cuidar a las figuras históricas”, negando que eso significara encubrimiento. “Con los presidentes se empieza con un gran reconocimiento y se termina siempre mal. Los expresidentes deberían tener una jurisdicción especial”, reflexionó, aunque insistió en su pensamiento de que los expresidentes debían retirarse de la política una vez dejado el cargo.

Cuando ella confirmó que sería candidata a senadora, él reiteró su convicción de que alguien que había sido presidente dos veces de la Argentina no debía involucrarse en una discusión política por “un cargo de menor entidad”. Si estuviera en lugar de ella, dijo, “me quedaría con el activo del 54% del año 2011”.

Las críticas desde el kirchnerismo hacia Pichetto fueron in crescendo. Como cuando sectores K de la Cámara baja promovieron en febrero de 2017 el juicio político contra el presidente Mauricio Macri por el acuerdo con el Correo Argentino por el cual se le había pretendido condonar una deuda millonaria al grupo Socma. “El recurso de un juicio político tiene que tener hechos de una envergadura y una dimensión institucional realmente de alta gravedad”, dijo entonces el jefe de los senadores peronistas al tomar distancia de sus pares diputados.

“Pichetto ya hace tiempo que se convirtió en el delegado personal del presidente Macri ante el Partido Justicialista. Es un hombre que, pasan los gobiernos, pero sigue siendo oficialista”, le replicó otro chaqueño, el diputado Juan Manuel Pedrini, uno de los firmantes del pedido de juicio político.

Con el tiempo, Pichetto ahondaría sus críticas. Como cuando en la presentación de la edición N° 6 de la revista Movimiento 21 sostuvo que “el Gobierno de Cristina fue de un estilo soviético”, disparó, para agregar que esa administración “cerró el mercado, se peleó con los sindicatos, nos excluyó del mundo”.

Pichetto tomó la decisión de la expresidenta de formar Unidad Ciudadana como la confirmación de su salida del peronismo. De hecho, se refería a ese espacio como integrado por “gente que nunca estuvo cómoda en el peronismo”, y que respondía a una ideología de “centroizquierda”. A su juicio, “esta estructura diferenciada llamada Unidad Ciudadana implica dejar de lado el partido Justicialista. Indudablemente es un proyecto más pensado, más estructurado de un frente de izquierda, incluso con posiciones mucho más duras”.

Y cuando ella finalmente obtuvo una “victoria pírrica” en las PASO, por tan escaso margen que se daba por sentado que perdería las elecciones generales, Pichetto criticó su estrategia. “Hay que volver al manual de la guerra de los chinos, que dice que un general no debe dividir al ejército frente a una gran batalla. Y la señora dividió al ejército”, señaló en referencia a la interna que no le concedió a su exministro Florencio Randazzo, que terminó compitiendo por afuera. Pero fue más lejos Pichetto al anticiparse el 13 de septiembre de 2017 a la llegada de Cristina al Senado. En un evento organizado por el Rotary Club, el senador fue tajante al aclarar que no convivirían en un mismo bloque. “Así como la señora armó un partido, es esperable que esa fuerza tenga su correlato en la vida parlamentaria, con la conformación de un bloque propio, que deberá denominarse Unidad Ciudadana”.

No era lo que pensaba el senador Marcelo Fuentes, quien consideraba que el que se sintiera “incómodo” con Cristina lo que tenía que hacer era “abandonar el bloque”. Y fue a la sazón lo que sucedió. El 6 de diciembre, Pichetto formalizó la ruptura con CFK al anunciar la constitución de una nueva bancada, denominada Justicialista, compuesta por 21 miembros, y un interbloque denominado Argentina Federal, con 25 senadores. Cristina se quedó con el FpV-PJ formado por ella, Marcelo Fuentes y otras seis senadoras, a las que meses después se sumó Silvina García Larraburu.

Frente a frente

Cuando finalmente Cristina Fernández de Kirchner estuvo nuevamente en el Senado, toda la atención se posó sobre ambos. Polos opuestos ahora, luego de haber sido uno el defensor de las políticas de la dama. No tardaron en cruzarse en el recinto.

A veces de manera elíptica, como cuando para dejar claro que tenía presente su presencia en el recinto, en la primera sesión de 2018 Pichetto pronunció ante ella una palabra infrecuente en el kirchnerismo: autocrítica. “También teníamos elementos negativos que provocaban una fuerte distorsión en el proceso económico, y uno de los temas centrales era la inflación. Por lo tanto, la Bolsa de Valores de la Argentina no creció, como no creció la actividad económica, como no creció el empleo privado. Alguna autocrítica hagámonos desde el punto de vista de lo que hicimos, de las intenciones que se tuvieron y de los resultados que tienen que ver con porcentajes, porque la economía se maneja también con resultados y porcentajes. La Bolsa no creció”, expresó en un discurso.

Se cruzaron directamente ambos durante la sesión del 22 de agosto de 2018, en la que se debatía el pedido de allanamientos a propiedades de la exmandataria. En su discurso, Cristina aludió directamente a Pichetto: “El otro día, cuando finalizaba el discurso el señor presidente del bloque de Argentina Federal, hablaba de que todo esto deteriora la política y de que se llegaba así en Brasil a que un militar de derecha, fascista, como Bolsonaro, podía llegar a ser presidente. Se olvidó de un detalle: que el que puede ser presidente y gana en primera y segunda vuelta se llama Inácio Lula da Silva. Y si no puede competir, ganar y ser presidente, ¿sabe por qué es, senador? Porque lo metieron preso porque ganaba las elecciones. ¿Le suena? ¡A mí me suena y mucho!”, enfatizó.

“Dígale que se dirija a la Cámara, no a mí, presidenta. No tengo ninguna interlocución, que hable a la Cámara”, le pidió, fastidiado, el rionegrino a Gabriela Michetti.

Más tarde, cuando le tocó hacer su discurso de cierre, Pichetto le aclaró a la senadora, aunque sin mencionarla: “Cuando hablé del caso brasileño, hablé también de la proscripción y hablé de una situación procesal con condena que tuvo Lula y con recurso ante la Corte. Así que le recomiendo que nos escuchemos. Siempre hemos tenido una actitud de respeto en lo personal, en lo humano y en su rol como expresidenta de la Nación”.

“Nunca hemos caído en el agravio de decir ligeramente ‘traidores’ -continuó-. Nunca hemos lastimado a nadie en lo personal. Lo digo porque he escuchado algunas cosas realmente lamentables, donde pierde el sentido del debate”.

“La legisladora que yo conocí, allá por 2000 o 2001, en el marco de la crisis de la Banelco, a posteriori de esa crisis, que fue una crisis institucional relevante en la Argentina y donde el Senado estaba indudablemente impactado fuertemente por denuncias parecidas a las de ahora, con gran impacto mediático, planteaba fuertemente que no había que poner ningún tipo de obstáculo a la labor de los jueces. Ninguno. Figura en el debate de la Comisión de Asuntos Constitucionales y también en el debate del recinto. Tanto es así que la propia diputada en aquel entonces se abstuvo porque consideraba que la ley era una tapadera para que los senadores pudieran zafar y continuar en sus bancas”, recordó Pichetto, para agregar luego: “La historia, a veces, muestra los acontecimientos de una manera o de otra, pero contémoslos como fueron en la realidad. Y yo no quiero venir acá a debatir con la senadora que me antecedió en el uso de la palabra. La verdad es que no quiero eso. Quiero tener una mirada de tipo institucional”.

Al final, Pichetto terminó dándole garantías: “Quédese tranquila, que seguramente usted va a poder ser candidata en el año 2019. No se haga problema”, le dijo.

Lo que viene

La incorporación de Pichetto a la campaña oficialista plantea desafíos inéditos. Ni qué decir de la presencia de Cristina como candidata a la vicepresidencia de la Nación. En caso de ganar, le tocará presidir el Senado, un ámbito que -como hemos dicho- conoce y disfruta mejor que Diputados, donde pasó cuatro años sin destacarse tanto como sí lo hizo en la Cámara alta.

Plantea interrogantes cuál sería su papel siendo ya no la mandataria, sino la primera en la escala de sucesión. De qué manera afrontaría una tarea inédita para ella y sobre todo cuál será su influencia sobre el Gobierno que le tocaría ejercer a Alberto Fernández. Pero ya se sabe que para ella ese lugar no es un cargo menor. Sino no lo hubiera tenido tan en cuenta a la hora de designar a quien nombró para secundar a Daniel Scioli cuando lo oficializó como el candidato único a sucederla. No era inocuo que hubiera elegido a Carlos Zannini para estar en ese puesto.

Para el caso de Pichetto, se entiende que ese cargo sería la frutilla del postre de un extenso paso por la Cámara alta: 18 años, toda una vida. Y sería clave para el Gobierno de Macri, que seguirá estando en minoría en esa Cámara y ya no tendrá en la vereda de enfrente a un protagonista como fue el senador rionegrino, ayudando desde la oposición a evitar el “bloqueo” de las leyes. Qué mejor entonces que apelar a Pichetto, para estar del otro lado y que sea él quien se encargue de establecer esos acuerdos que necesitará Juntos por el Cambio si gana las elecciones.

Si ella se impone, él se irá a su casa. Si gana Macri, a Pichetto le tocará conducir una Cámara que tendrá entre sus miembros justamente a la expresidenta. Y se dará la inédita experiencia de que ella tendrá voz y él no podrá contestarle, pues el presidente del cuerpo es quien conduce las sesiones, no quien toma parte de los debates. Lo sabe perfectamente Pichetto, un respetuoso extremo de las normas imperantes en el Senado que él mismo se encargó de resguardar.

Tiene experiencia en esa materia Cristina Fernández. Puede dar fe de ello el entonces vicepresidente Daniel Scioli, la vez que ella decidió aleccionarlo públicamente cuando se establecían los pasos a seguir respecto del juicio político a Eduardo Moliné O’Connor. Con poco espacio para la tolerancia, Cristina explicó de manera vehemente cada uno de los pasos que debían seguirse a su juicio, luego de que Scioli -que llevaba en la función menos de tres meses, contra años de la entonces primera dama- propusiera la constitución de la Cámara en tribunal para tomar juramento a los presentes y fijar así el procedimiento.

Cristina le marcó que correspondía darle entrada a un proyecto suyo que proponía lo mismo, “en virtud de haber dado lugar a conformación de causa, de conformidad al artículo 53 de la Constitución Nacional”. Voluntarioso, Scioli propuso someter a votación el proyecto, que resultó aprobado. Pero trastabilló luego cuando llegó un pedido de excusación de parte del senador radical Raúl Baglini, que parecía obligar a ser debatido previamente a la toma de juramento. Ahí saltó nuevamente Cristina quien, fastidiada, resolvió que la salvedad que planteaba Baglini debía pasar a la Comisión de Asuntos Constitucionales, que ella presidía, que funciona como secretaría del tribunal.

No fueron pocos los que advirtieron que el enojo de Cristina Kirchner con Scioli tenía que ver con el castigo impuesto por su esposo, por haber dicho aquello de que “los países serios no anulan leyes”. Pero en esos días un cristino se encargó de poner las cosas en su lugar: “Ojo que Cristina tiene sus propios disgustos, que no necesariamente coinciden con los de su esposo”.

Ahora la historia vuelve a ponerlos en la misma senda, pero en direcciones opuestas. La colisión entre estas dos figuras que tan bien se conocen, será en agosto, octubre, y tal vez también en noviembre. En diciembre se verá quién resultó airoso.

Fuente: Parlamentario.com